Casi ná lo del ojo!..., y lo
llevaba en la mano.
¿Qué le ha pasao maestro? –no es
ná. Contestó Manuel Domínguez “El Desperdicios” y llevaba el ojo en la mano,
del derrote que le había propinado “Barrabás”, al entrar a matar --vaya
nombrecito para un astado—de la ganadería de don Joaquín de la Concha y Sierra,
allá en el Puerto, un 1º de junio de 1857.
No sé si la metáfora es acertada
o no. Pero quizás, a toda esta farándula de artistas del trinque, que solo
pisan moqueta y que nunca tendrán los arrestos suficientes para bajar al albero
de los valientes, de los hombres, de jugarse la vida por derecho, honradamente,
entre la bestia y el arte, la lealtad y su oficio, la perversidad y su función,
podremos preguntarles:
¿Qué te ha pasado, amigo? Ya ves.
Las “corná” que da la vida. Traiciones, venganzas. Como siempre. Como la
repetitiva historia. ¿Qué te creías? ¿Superior? ¿Mejor? ¿Distinto a tus
semejantes? ¿Más inteligente, quizás?..., pues mira: te han soltado en el ruedo
enfangado de la corrupción, el latrocinio y la estafa, que tú conoces por
pateado y usado, a un “Barrabás” bien armado. Caerás, no te quepan dudas. Rico,
muy rico, gracias a tu cara dura y nuestra memez; enganchado por tu propia
hipocresía, la de los demás, y crucificado. Pero como Gestas que fue el ladrón
blasfemo.
Tú y tantos como tú, que os creéis
intocables, a salvo, dotados de un poder especial que os protege de todo
peligro. Vamos, raza privilegiada, más digna y con más derechos que el resto de
los mortales.
Crees tenerlo claro: te ampara
tus leyes, tus guardias, tus pistolas. Pero, vaya por Dios, se te ha colado la
cabrona fiera en un descuido. Como a tantos otros ha de suceder. Y lleva la
cornada dada, aunque la niegue e intente ocultar su gravedad en un amago por
escapar de la verdad, de la justicia y de lo justo. De esa verdad, de esa
fiesta nacional, festín debemos decir en rigor, que todos estos años te han permitido
llenar tus bolsillos de dinero fácil, de patrimonio, lujos y posición
privilegiada.
Porque hasta ahora en ese toreo
de salón, habéis utilizado un trapo pestilente, la bandera del canalla, y un
carro con los cuernos de cartón de un burriciego y resabiao. Pero se acabó, en
adelante os usaremos como cabestros de vuestra propia manada. Si acaso servís
para emular a tan noble animal.
Saludos y gracias por su atención.