Don Gregorio Marañón termina su
prefacio escrito para “El Lazarillo de Tormes” y editado por Espasa Calpe
(Colección Austral) de esta forma proverbial:
“Mucho mal nos ha hecho estas
historias picarescas, en la que el ingenio inigualado de sus autores dio patente
de corso a la bellaquería, y creó en las gentes el desaliento que produce la
injusticia entronizada, y ante el mundo engendró la falsa idea de una España
desharrapada y cínica.
A muchos extrañará mi diatriba
contra los libros de la picaresca. Lo malo es que sea tan humilde su vapuleador
y que no hayan encontrado todavía para arrojarlos—en hipótesis—al fuego una
mano genial, como aquella que arremetiera con mucha menos razón contra los
libros de caballería.
Muchas cosas más he de decir, si
Dios me da vida, porque ahora ya no me importan ni los respetos al puritanismo
de los profesores, ni la consideración a esos tradicionalistas que ha
perseguido con saña a tantos grandes escritores contemporáneos, a los que más
han hecho por la gloria de España, sólo porque en pequeñas y perecederas cosas
no pensaban como ellos. Y que en cambio no han tenido una palabra de
condenación para estos antipatriotas de nuestro siglo de oro: sólo porque
pensaban en cosas fugaces, como ellos.
La historia de España, de la
España eterna, se ha de continuar sobre valores de ética rigurosa. Hay para
ello que hacer muchas cosas. Una es escarbar valientemente en nuestra conciencia
tradicional y arrancarle la buena hierba de la picaresca, el espíritu de
LAZARILLO, vivo todavía; arrancarle de nuestra alma, a pesar del yelmo
intangible con que lo protege la magia todopoderosa del ingenio”.
Pues 75 años después de tan lúcido
y premonitorio ensayo, y pasados otros 460 desde que se escribiera el LAZARILLO
DE TORMES, no es que siga vivo su espíritu de aquel ladino zagal, el de las
novelas de picarescas, el desaliento que produce la entronización de la
injusticia y su arte literario para justifícalo todo: el robo, el engaño, la
informalidad ante la palabra, y hasta el mismo el mismo crimen, no. Es que se
ha aumentado y corregido. Ahora, casi cinco siglos después la picaresca se
eleva a la categoría de corrupción protegida por quienes debería velar por la integridad,
se transforma en descomposición de toda la sociedad cuya podredumbre marea, son
capos y mafias que campean a su libre albedrio, se convierte en un latrocinio
generalizado al grado de terrorismo de lesa patria.
No cabe duda, el médico y
humanista; el liberal e íntegro Don Gregorio Marañón se hubiese exiliado de
nuevo, para quizás, repetirnos, ...“Ahora veo a España como nunca la he visto. Ya
no vivo hundido en su propia existencia caliente, y a veces calenturienta,
incansablemente generadora; sino que, desde fuera, desde una distancia
sentimental mucho mayor que la del número de leguas que me separan de ella,
contemplo su presente como si fuera una historia pasada; y su pasado como si
fuera un sueño”.
Saludos y gracias por su atención-