Hace once años, un puñado de
bombas cargadas de muerte, ambición y horror, consumaron la abolición de
aquella incipiente democracia de 1975. Hace once años, las luchas intestinas en
el Poder revocaron aquella malherida democracia de 1981. Hace once años, un
brutal, despiadado y delirante atentado en atocha, Madrid, convirtió
definitivamente aquella ilusionante y constitucional democracia de 1978, en un
constituido estado policial.
193 muertos, 1.500 heridos, 47
millones de españoles hundidos en el asombro, en la rabia, en el miedo, en la
pena… y un solo autor intelectual, económico y material de aquellos trenes
volados: ¿las cloacas?. “Las cloacas” escueta, pero precisa definición que
alguien acertadamente acuñó para encerrar en el interior de su pútrido
significado a podridos políticos, policías, jueces, fiscales y qué se yo a
quién.
Una mano fuerte, poderosa,
destapó el albañal y ha ido día a día, año a año, tirando a su fondo nombres y
pruebas; cargos y responsabilidades; vergüenzas y penas. Una mano fuerte,
poderosa y miserable ha puesto sobre el apestoso vertedero, una losa
descomunal, una piedra de amenazas, chantajes y cobardías. Enorme y pesada para
que sus efluvios no contaminen el exterior, para que nadie pueda dejar a la
vista de los demás sus remordimientos. Para que ningún conato de locura
idealista pueda tener la osadía de indagar en la verdad, en la verdad
auténtica, convincente y real.
Puede que “Las cloacas”, ese
ente, ciénaga pringosa, sea en realidad “El cloacas” y quiera llevarse a la
tumba su cómo, su porqué y su mano de obra. Quiera enterrar en el olvido la
ignominia del más vil y traicionero ataque al pueblo de España. Quiera sepultar
en la historia el satánico acto de sus asesinatos, de sus crímenes de inocentes
ciudadanos. Tal vez tantos años
sacrificando españolitos; tanta caza de indefensos compatriotas para mantener a
todo el mundo con el corazón en un puño y las manos en alto, haya hecho
tambalear el método; haya provocado un cierto resquemor y quiera cambiar la
muerte por las cadenas; no sea que tanto odio camuflado en la impotencia y la
resignación salte algún día de la aparente indiferencia a la violencia sin
control y se lo lleve todo por delante.
Quizás por estas razones, o por
otras que en lo más íntimo de lo que le quede de conciencia le bullirá como
aceite hirviendo, la bestia y su régimen tema que tanta sangre, tanto dolor,
tanto duelo acumulado en el fondo del alma, formen duros callos en los corazones
y cual manos de curtido leñador empuñen, con fuerza, con firmeza, esta vez, el
hacha de la memoria, la dignidad y la justicia.
Saludos y gracias por su atención.