Año de farándula politiquera, será este dos mil quince de la
era de Nuestro Señor. Promesas viejas de partidos nuevos; juramentos nuevos de
partidos viejos. Histrionismo, parodia, cinismo. Reclamarán nuestro voto por
bulevares estrangulados de fotos y eslóganes; atiborraran las poderosas pantallas
alojadas en nuestros hogares, de peroratas, soflamas, alegatos; del manido discurso
de manoseadas palabras que una y otra vez se frustra un instante después del
recuento de los votos y la socarrona sonrisa de los vencedores y sus adláteres que
los acompañan para asaltar, cuando llegue su turno, el vagón de 1ª.
Volverá el trueque de siglas, y nuestro voto volverá a ser
secuestrado por cientos de miles de parásitos para usos y abusos, para inmerecidos
sueldos, para canonjías y comisiones, para explotar el BOE y explotarnos a
todos. Y sin embargo, con la esperanza que aún nos queda y la altivez que aún
no hemos perdidos, volveremos a oírlos, siquiera de soslayo por ver si existe
la posibilidad, el milagro divino de que aparezca un grupo de gente que crea en
España, en su magia, en su milenaria historia, en su presente y en su futuro.
Les demostraremos por enésima vez que conocemos su juego y
sus fullerías, admitiremos el ceremonial, asumiremos los hechos consumados, para
que nunca, nunca, les pueda servir como coartada, si un día aquellos que ya
tienen una ruina y les trae al pairo buscársela a los demás, nos envuelven
entre orates, sanguijuelas, embaucadores, dictadores de viejas escuelas, y nos arrastran
por imperativo de la impotencia. No. No podrán culparnos nunca. Si acaso llega
un diabólico caos, peor que lo vivido hasta ahora, será sólo y exclusivamente por
el uso fraudulento que hacen todos estos mangantes de nuestros deseos de
democracia y libertad; de integridad y ética; de verdad y justicia.
Acudiremos, ingenuamente, convencidos de hacer el ridículo
en este grotesco régimen, en esta fachosa democracia que no es digna de
nosotros.
Agarraremos una papeleta, cuantas veces sea preciso, y la depositaremos en la urna
mientras recitamos una jaculatoria a modo de ritual: aquí tenéis, nuestro voto,
antes que acabéis definitivamente con vuestra gallina de los huevos de oro y
nosotros no podamos comer ni caldo, imbéciles.
Saludos y gracias por su atención.