Hay que almorzar pronto, dar una cabezada, darse una ducha que despeje, vestirse con el terno adecuado, tomar café en el bar de siempre, hacer los últimos comentarios sobre el viento y la ganadería; y llegar a tiempo a la cola, a comprar la almohadilla de la cruz roja y a tu grada. En silencio, sereno, entre los olores a boñiga, a puro habano, a la arena húmeda del albero, y al perfume de la señorita del vestido estampado y claveles en el pelo. Así, sólo así, te puedes predisponer a vivir y sentir; a ser parte del arte; alma en vilo del hilo que teje la muerte a un desafío que el miedo convierte en obra maestra de agridulce plasticidad y, el valor para el momento, templa las manos, y los segundos que ciñen los puñales a la femoral los hacen eternos. Entre el escalofrío y la potestad del hombre ante él: riesgo, reto, duelo; suerte, triunfo, savia. Danza, baile, bulerías de pies quietos que nunca van a ella, dama de negro, siempre la cita.
Como la pintura, como el teatro, como la belleza, el arte de lidiar un toro sólo se evalúa y se estima justamente, de tú a tú, sobre el terreno, cara a cara. La fotografía de un Velásquez, la película de una obra de teatro o la retrasmisión de una corrida inmortaliza, sí. Pero deshumaniza. Pierde el alma, aunque gane el cerebro, el raciocinio; pierde la simbiosis viva, aunque gane el análisis frío. Sólo allí, casi pisando la arena, sabes que no es un gladiador, ni un suicida, ni un matarife, sino alguien que ha elegido que su pintura sea efímera, su poesía la escriba otro, su arte fugaz del lance, del instante y su cuadro, quede plasmado en la retina de quién lo contempló mientras él lo creó.
Sólo allí, casi pisando la arena, sabes que si llega el trance, el fallo, el descuido, la colá, el drama, no forma parte de lo que quieres y debe ser. Descorazona, duele, sobrecoge el corazón y maldices que se haya roto el equilibrio; que haya podido la fuerza a la razón.
Al día siguiente cuando lees la prensa, nada se parece a lo que viviste y sentiste allí, casi pisando la arena. España cañí.
Sólo allí, casi pisando la arena, sabes que si llega el trance, el fallo, el descuido, la colá, el drama, no forma parte de lo que quieres y debe ser. Descorazona, duele, sobrecoge el corazón y maldices que se haya roto el equilibrio; que haya podido la fuerza a la razón.
Al día siguiente cuando lees la prensa, nada se parece a lo que viviste y sentiste allí, casi pisando la arena. España cañí.
Saludos y gracias a todos.
3 comentarios:
Magnífica la elegía que haces de nuestra fiesta: las corridas de toros. Arte vital, aunque efímero, pues una estampa, por muy fiel que sea a la realidad, jamás podrá transmitir los sentimientos que una ceñida chicuelina amontona en el pecho, y aprieta hasta salir por la garganta en un ¡Olé!
Gracias por traernos esta semblanza en día tan señalado como éste: 2 de mayo.
¡VIVA ESPAÑA!
Sr. Toposteo, entro para felicitarle. Es usted excelente en todo lo que escribe. Enhorabuena. Un saludo.
Sí, Toposteo...
Muy bueno. Perfectamente dibujado y descrito.
As del adjetivo.
Saludos blogueros.
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