EN LIBERTAD DIGITAL:
Insisto. Naturalmente que ni usted ni yo hemos participado en este esperpento que se concentra en la Plaza de Sol, en otras muchas plazas de España y que late en infinidad de hogares de la televisión perpetua y la condenada biblioteca. Por supuesto.
Por supuesto que nosotros hemos luchado con denuedo, (denuedo, denuedo… ¿de qué me suena?. Mejor digo, que hemos lidiado con coraje, valor y corazón por mantener a nuestros hijos al margen de toda esta bazofia. Incluso lo hemos logrado en gran medida. Creo. Pero no es menos cierto que los que nos consideramos gente medianamente civilizada, aspirantes a la libertad individual, a la propiedad privada, a la filosofía idealista, a los valores humanos que nos distingue como género único entre el resto de los animales, nos hemos quedado, cómo mucho, indignado desde el 82 para acá, viendo lo que se cocía a nuestro alrededor. Poco más.
Llegaron los diez millones de votos y una sola mentira: el socialismo. Llegó, venció, arraigó. Asómese a la plaza de España, verá el resultado real de nuestra derrota: nihilismo, ateismo, desbarajuste, desgobierno, caos. Treinta años indignados y no hemos tenido el coraje suficiente, ni la inteligencia precisa, ni la valentía necesaria para erradicar definitivamente de nuestras escuelas y universidades, de nuestras instituciones, de nuestro Sistema y de nuestro solar patrio a tanto apátrida, a tanto ventajista, listo, vividor, parásito, embaucador que sólo pretende vivir a costa de mi hambre.
No. Todos estos no están indignados, están pastando en el verde de siempre. Ese que florece con el paro, con el hambre, con la necesidad, con las crisis y la indigencia, mental y física. El prado que siempre les ha sustentado que les mantendrá paciendo a costa del esfuerzo ajeno. Les basta proclamar voz en grito la llegada de la “Repartiora” el día de los decomisados, música y brazos en alto; capullos de rosas y lluvia de papelillos para engatusar a los mismos diez millones de siempre y alguno más nuevo.
Nosotros no regamos la majada, pero aún no hemos logrado que se convierta en un erial.
Saludos y gracias a todos.
2 comentarios:
A esto se le llama clarividencia, querido Toposteo.
Es la víbora que hemos mantenido con vida al calor de nuestro cuerpo, como la famosa fábula.
Ahora ya nos ha hincado el diente con su veneno.
Todavía sin embargo estamos a tiempo de practicar un torniquete e ir extrayendo ese veneno de nuestro organismo, antes de que llegue a los órganos vitales.
Incluso de encontrar el antídoto preciso, amigo Wolfson. Gracias.
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