Ya algunos, empezamos a estar tan hastiados, tan cansado de
tanto mamarracho, que el panorama cada vez más ofensivo y bochornoso, cada vez
más sombrío y caótico, se nos hace tedioso, aburrido. Haraganes, ineptos,
parásitos, sablistas. Todos. Siempre. Sí da igual, que lo mismo da.
De forma voluntaria e incluso con agrado nos entregamos, nos
dimos hace ya muchos años. Perdimos el himen, nos desfloraron como a mocita
engañada en aras de la democracia y la libertad. Y mira, que mala suerte,
vinimos a caer en manos de una caterva de gorrones y embaucadores que nos
maneja a su entera voluntad. Y lo hacen con desparpajo y sin anestesia en todos
los órdenes y sentidos: moral, ético, filosófico, económico y religioso.
¡¡Que no hay forma!!. Cuantos más años pasan, más
desvergüenza, más despotismo y más nepotismo. Se empotran en su asquerosa
demagogia y se apoltronan en su impúdica vida política. Pero sus leyes, sus
fueros, sus trucos y sus rollos los convierten en virus absolutamente inmunes.
La impunidad que se han concedido, les permite abordar cualquier tropelía que
les venga bien para sus vidas, sus carteras, y sus repugnantes y oníricos
deseos de grandeza de nueva casta de ricos, de nueva clase social, de elite
distinta y distante.
Llevan décadas perfeccionando el robo institucionalizado, el
trinque, la mordida, la comisión sistemática; el nepotismo como patrón de patrones.
El paro galopante, el paro y sus edades, la subida meteórica de los impuestos,
la confiscación de los sueldos, la hipoteca con suelo y sin techo, la subida
disparatada de los precios, la hambruna, el hachazo a las pensiones, la
delincuencia callejera, y en los despachos; amén, del reparto progresivo de
esta finca parcelada llamada España; el deterioro continuo de su historia, su
cultura, su lengua, su dignidad y su orgullo de ser. ¿Y qué?
Han conseguido tanto poder, tan alto estatus social de
privilegios y prerrogativas, que actúan con el descaro, la sinvergonzonería, la
chulería de quien se sabe, intocable. Como jerarcas, califas a los que
debiéramos pleitesía.
Aupados por seis televisiones seis, arropados por mil
periódicos y un solo editorial, defendidos por mil cadenas de radios y una sola
emisora. Y aún sádicos alardean de merecer el sitio que ocupan.
¿Entonces?
Entonces… seguiré chapoteando en este cenagal. Eso sí,
altivo, bizarro, convencido de mis convencimientos. Puede que alguien…, puede
que algún extraño suceso, que una inimaginable convulsión desencadene un
milagro; bueno… digamos un acontecimiento científicamente inexplicable capaz de
convertir a este género que llamamos humanos y a los que se creen sus dueños,
en hijos de un dios…, mejor, de mi Dios. Porque para temerle o para amarle,
este mundo todavía es Su Creación. Pienso.
Saludos y gracias por su atención.
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