Un mes llevo sin escribir en
este blog de apuntes y demás zarandajas. Desde el 11 de Marzo. Y cada día me
pregunto para qué he de hacerlo. ¿Quizás por satisfacción de una afición
personal? Puede ser, pero entonces convendría elegir, más asiduamente, otros
argumentos, otros estilos, sin recurrir una y otra vez a la podrida política y
a sus corruptos ejecutores.
¿Tal vez por un mero ejercicio
mental en un intento de poner en orden mis pensamientos, y además hacerlo
públicamente? Es probable, pero compromete exprimir mucho más el intelecto si
es que existe y ampliar el conocimiento con más empeño que seguro sí es ausente.
Hasta sudar razonamientos y encontrar verdades.
¿Es posible que en algún momento
me haya creído, que aquello que diga puede servir a alguien por activa o a mí
mismo por pasiva? Pues menudo iluso si no lo he rechazado de plano e ipso
facto. No sé cuántos milenios llevamos entre filósofos, intelectuales y sabios,
y ni ellos, elegidos de la humanidad, han tenido éxito; a lo sumo, lo más que
han logrado es el enfrentamiento entre colectivos, la mayoría de las veces de
forma cruenta, cruel, despiadada. Por otro lado único método, creo, que este
género al que llamamos Homo Sapiens, corrige la sapiencia que cree poseer el
homo y que, a priori, le impide una y otra vez escarmentar en cabeza ajena.
Digo: ¿En algún momento me he
persuadido que dejo testimonio de una lucha ciudadana en esta trinchera que me
ha tocado vivir? ¡Vaya presunción! Cientos de miles, millones de granitos de
arena se aportan diariamente a este desierto de incertidumbres. ¿Y qué? Se hace
grande, inmenso, temible. Pero seguirá estéril, yermo, infecundo. Ofreciéndonos
punzantes cactus y ocasionales oasis. Quizás, lo más cierto sean nuestros
desesperantes espejismos.
Más aun así, amigo Oscar, nadie
nos va a quitar la ilusión, el afán, la lucha cotidiana. Seguiremos
adentrándonos con valentía en la mar traicionera de la política y de cuantos
embates nos arrecie; con coraje, con dignidad. No nos arredraremos ante la
impotencia, no nos amilanaremos ante las amenazantes aspas de los gigantescos
molinos. Lucharemos con pundonor.
Aunque la única pieza que
cobremos en la obstinación sea ese gran pez llamado honroso esfuerzo. Y
cansados, ya de vuelta al embarcadero se lo coman los tiburones que merodean
siempre, sanguinarios y asesinos. No importa. Tal vez como Santiago, ese
infatigable pescador de Hemingway en su “El viejo y el mar” traeremos a puerto
la raspa, la muestra tangible de una inquebrantable voluntad.
Saludos y gracias por su atención.
1 comentario:
Pues va a ser que si. La constancia, aunque hablemos en el desierto, grano a grano, al final por lo menos hemos vaciado nuestra mente y nuestra alma queda tranquila. Otra cosa es si conseguimos los objetivos de lo que escribimos.
esta sociedad actual lo único que quiere es cuchichear sobre cosas intemporales.
Si un post se titula con un nombre que ruede mucho por las redes sociales, esas de los incultos, podemos ver como se llena de visitas, otra cosa es que contesten al post, pero verlo y leerlo, eso si que ocurre.
Un abrazo.
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