EL AUXILIAR DE ENFERMERÍA EN LOS
CUIDADOS PALIATIVOS
Los cuidados paliativos, como todos
sabemos, son definidos como la asistencia total y activa a los pacientes y a
sus familias por un equipo interdisciplinario y multiprofesional, cuando no hay
esperanza de curación y el objetivo esencial del tratamiento ya no consiste en
prolongar la vida sino en asegurar la máxima calidad de vida posible. El
concepto incluye la satisfacción de necesidades físicas, psicológicas, sociales
y espirituales para el enfermo y la familia.
Quienes de nosotros, como cualquier
otro sanitario, a lo largo de su carrera
profesional en un momento u otro se enfrenta al cuidado de este tipo de
pacientes, ampliará en gran medida sus conocimientos, tanto en el plano teórico
como en el práctico. Pero sobre todo adquiere, otro modo filosófico para
afrontar la frustración que, a veces, se produce por impotencia de la ciencia
médica. Al tiempo que un agradable sentimiento te reconforta el ánimo, porque
sabes que has colaborado aportándoles, en la medida que ha estado en tus
manos, un poco de bienestar y comodidad.
Durante nuestro trabajo
mantenemos, una relación de cercanía con
el enfermo y su familia que no la tiene el resto del equipo. El contacto
directo y continuo que establecemos debido a nuestra labor, da pie a que el
paciente deposite en el auxiliar una confianza que no dará a ningún otro
facultativo, médico o de enfermería. Pensemos que el auxiliar esta constante y
diariamente responsabilizado de la vida del enfermo: pendiente de todas sus
necesidades, preocupado por mantenerlo en la más esmerada higiene, en el
cuidado estrictamente sanitario, en los momentos de la alimentación, etc.
En un periodo de tiempo relativamente
corto, se percatará de su gravedad, desapareciendo toda confianza de una
posible curación, y asumiendo los hechos, buscará en nosotros mucho más nuestro
trato humano, que el frío ejercicio profesional. Se encuentra de repente, en
una situación que no puede dominar, nos presenta ideas desfavorables, le
impacta que personas extrañas le tengan que
realizar todas las necesidades que poco tiempo atrás las podía realizar él sin ningún
tipo de ayuda. Nosotros a través de la comunicación verbal ó no verbal, y
apoyándonos en nuestra intuición le
haremos comprender con amabilidad, mostrándole confianza, que estas necesidades que podemos cubrir,
dejen de preocuparle. A veces una simple caricia ó una sonrisa sincera, es más
efectiva que unos “buenos días” dichos de mala gana; un gesto de deferencia a
tiempo, puede ocasionar más alivio, más relajo,
que un analgésico.
Estas personas, en un momento
determinado, tienen unas ganas irreprimibles de contar cosas, aunque el hilo de
voz sea casi imperceptible y les suponga un esfuerzo desmedido. En nosotros los
auxiliares, siempre encuentran el momento oportuno para desahogarse: nos
confiesa sus sentimientos de culpa; incluso a veces nos hace partícipe de sus
deseos de perdonar y ser perdonado; somos, junto a su familia, la bata blanca
con la que más íntimamente vive este trance, somos el personal del hospital con
el que pueden dar riendas suelta a su ira ó bien en el que encontrar consuelo y
sentido al sufrimiento. Aprovechan cualquier momento, para estrecharnos la
mano, como si de esta manera sintieran algo de paz interior.
Los auxiliares de enfermería, que
estamos en contacto directo con estas personas que necesitan de cuidados
paliativos, hemos de esforzarnos más que nunca en transmitir entusiasmo; en ser
delicados; en cargarnos de paciencia ante el paciente, y sobre todo en no
enjuiciar sentimientos, valores y creencias, porque observaremos que los
cambios de conductas y de profesión de Fe, pueden ser radicalmente opuestos
tanto en un sentido como en otro. Debemos empatizar con el paciente y ser
conscientes del estado en que se encuentra, procurando lograr, que esa
sensación de abandono e impotencia que siente, disminuya, dado que para él
supone un cambio extremadamente estresante.
Cuando los recursos técnicos y
científicos de la medicina, no son suficientes para conservar la vida, solo
podemos aportar calor humano. Aparte de los medios farmacológicos y sanitarios
necesarios para mantener al paciente, durante todo el proceso de la enfermedad,
en el mejor estado posible de comodidad, tranquilidad y bienestar, debemos
hacer un verdadero derroche de comprensión y de cariño. Y nosotros los auxiliares de enfermería,
estamos en el mejor sitio de la escala sanitaria, para practicar este
comportamiento idealista y cargado de valores y ética moral. No cabe dudas,
esta profesión es vocacional, y en estos casos es quizá, cuando más se nos pone
a prueba.
Junto, al drama que se apodera de todo
el ser del paciente en fase terminal, como una parte más de la patología, va
unido el comportamiento familiar. Aunque cada persona, cada enfermo y cada
familia son diferentes, generalmente todos se derrumban ante una situación de
infelicidad y desgracia. Les absorbe la tristeza y empiezan a preocuparse por
el futuro, olvidando afrontar el presente, sienten soledad y la mayoría de las
veces se irritan por la carga que supone el cuidado del enfermo o por la
confusión que les aturde; se sienten culpables por lo que creen sus propios
errores, por lo que les parece unas extrañas
circunstancias ó por no entender por que se ven en esta situación.
Aquí, en la comunicación con la
familia, de nuevo el papel del auxiliar de enfermería puede ser crucial.
Estamos constantemente entrando y saliendo de la habitación, por lo que somos
el personal sanitario más a mano para someterlo a todo tipo de preguntas, somos
el profesional con el que aliviar, aligerar sus miedos y sus dudas. Por lo que
hemos de poner en práctica todas nuestras dotes psicológicas, para comunicarles
nuestro apoyo, para darles una respuesta que pueda paliar o calmar lo
solicitado; debemos reforzar su autoestima, haciéndoles ver que pueden y saben
cuidar a su familiar, valorando su utilidad.
Al margen del trabajo estrictamente
técnico, en el sentido humano, moral y ético, hemos de estar muy preparados
para afrontar la muerte de un ser al que has estado cuidando en una relación
estrecha, participando de su sufrimiento y el de su familia; mentalmente
debemos permanecer totalmente entero, si no queremos caer en ningún tipo
de sentimiento negativo que repercutiría en ti mismo, en el enfermo y en su entorno.
de sentimiento negativo que repercutiría en ti mismo, en el enfermo y en su entorno.
Compartir la vida y la
muerte con otros, incluso con personas que ni siquiera conocemos, es en el
fondo confesar, que ambas son la misma realidad. Más aún, es buscar consuelo y
sentido al sufrimiento en algo misterioso y comprensible que a menudo nos ayuda
a crecer y tomar decisiones que dan vida.
Quizá no esté suficientemente
reconocido y valorado el trabajo que de forma discreta y prudente, venimos
realizando los auxiliares de enfermería, pero ha de quedar patente, que en
general, pero en esta unidad de cuidados paliativos en particular, aportamos,
junto al resto del equipo interdisciplinario, todos nuestros conocimientos en
materia sanitaria y todas nuestras habilidades, que constituyen verdaderas
disciplinas científicas.
Hospital Universitario de Puerto Real, 9 de Abril de 2008
Victoria Cardona Berga
Auxiliar
de Enfermería
Saludos y gracias por su atención.
2 comentarios:
El personal que desarrolla este trabajo ha de ser vocacional. Solemos dar todo el protagonismo al doctor, pero para una persona en paliativos, todo aquel con que se relaciona le es sumamente importante. Mi madre falleció en el Hospital Dr. Moliner, en Porta Coeli (Valencia), y nunca podré agradecer bastante la maravillosa atención de los que la atendieron, y la alegría con que la trataban.
Suscribo, Toposteo, el magnífico escrito de Victoria.
El auxiliar es el primer escalón en la lucha contra la enfermedad. El más cercano al enfermo.
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