Ayer hizo 40 años que Isidoro
mutó en Felipe González Márquez; en el inefable sofista por excelencia, en el
hijo del vaquero, en el proletario de chaqueta de pana que llegó, hace ya
cuatro décadas, de Suresnes a la efervescente neo-política española de 1974, en
olor de multitud, protegido por políticos foráneos y arropado por la clásica y
clasista endogamia de los afines al régimen Franquista.
Tenía faena por delante: transformar
un sistema totalitario en un reino de taifas; una guerra civil que ganar y un botín
que repartir entre los de siempre y los nuevos y altos padres de la patria.
Puso mano a la obra: al socialismo,
le extirpó la denominación de origen. Borró lo de marxista leninista y
consiguió que se le llamara: “felipismo”. Social Democracia (made in Carlos
Solchaga) A la separación de poderes: “el difunto Montesquieu”
(Alfonsodalescaña). Y sin acritud, el famoso espíritu de reconciliación, lo
inmortalizó en una eterna película, como: “el criminal espíritu Franquista”, que
dura ya cuarenta años y, de cuyo cansino guion y reiterativas escenas vienen
viviendo los funcionarios del celuloide, entre escandalosas y sonrojantes
subvenciones. Tanto es así que nuestros cotizados actores llegaron a fuer de
repetir el mismo argumento, a hacerse todos republicanos y de furibunda
izquierda. El personaje engulló a su intérprete.
Ea, partido con apellidos
izquierdosos, poder hegemónico y Majestad republicano y liberador, tras la
aparición uniformada en televisión. Todo listo.
Ahora una gran pasada por la izquierda y a vegetar. No había llegado
1984 (G. Orwell), pero sí 1982 (PSOE).
Y también llegó la corrupción
institucionalizada, el paro galopante, el paro y sus edades, la subida
meteórica de los impuestos, la confiscación de los sueldos, la subida
disparatada de los precios, la hambruna, el hachazo a las pensiones, la
delincuencia callejera, y en los despachos, y en el 3%; amén, del reparto
progresivo de esta finca parcelada llamada España; el deterioro continuo de su
historia, su cultura, su lengua, su dignidad y su orgullo de ser. ¿Y qué?
Ya tenemos a Podemos en puertas
para engullir los diez millones de votos de entonces o el de los hijos de
entonces o el de los incautos de siempre, para que Pablo Iglesias retome y
restaure lo que González maquilló, lo que Santiago Carrillo hundió y el pueblo
español descubrió, aniquiló, olvidó.
Esperemos que la experiencia,
sea de verdad maestra.
Saludos y gracias por su atención.
2 comentarios:
Para nuestra desgracia, la experiencia en España empieza nunca.
Un abrazo.
¿Tendremos aalgún maleficio en España para que cada medio siglo produzcamos un siniestro personaje que nos devuelva al muladar de la Historia?
Publicar un comentario