jueves, 27 de enero de 2011

ALLÁ VOY....

Soy consciente, que escribir públicamente es un atrevimiento; hacerlo bien, una ciencia; que guste, un arte; que sea útil, un sueño; que te entienda alguien, un milagro. No obstante..., allá voy, desde unas más que manifiestas limitaciones, en el intento de decir, contar, cantar, gritar nuestras inquietudes, nuestros miedos, nuestras vergüenzas, propias y ajenas. Porque creo que debemos tomarnos como obligación ciudadana denunciar este gigantesco despropósito político, social, económico…, que nos rodea y que sólo podemos sufrir y podemos llorar.

Como primera observación, como triste paradoja, podríamos decir que aquí estoy, dispuesto para el intento de conjugar mi pensamiento en una legua que quieren arrancar de tierras donde floreció y dio más que recibió; en una patria descuajeringada y rota por los hijos bastardos de la madre patria y el padre felón del secesionismo; rodeado de gente macerada, adoctrinada, dócil y gregaria que camina ignorante de su destino, hacia un estado de letargo moral y ético; a un estado, a un modo de ser, analfabeto, apátrida y ateo.   

Lleno de dudas, no sin cierto temor, me pongo a aporrear el teclado. Y es que –estoy con ustedes--, quizá no sepa expresarme convenientemente en el difícil oficio de encajar sujeto, verbo y predicado. Pero… ¿Y qué? Los humildes, la gente sencilla y anónima que cogemos el metro, el autobús, también tenemos derechos. Y el de quejarnos, protestar y denunciar, y hacerlo público por escrito, no ha de quedar reservado sólo para intelectuales y profesionales. A mi modo, como Dios me dé a entender, intentaré dejar patente, algunas reflexiones. Siempre, claro está, como ahora suele decirse, desde la perspectiva de un vulgar ciudadano de a pie.

Saludos y gracias a todos.