miércoles, 25 de mayo de 2011

¡¡¡BIIILLDUUU!!!

Mucho se seguirá hablando de BILDU, es decir de ETA, es decir del terrorismo, es decir de los mil muertos habidos y de los que restan por venir. Es decir del disimulo y la tolerancia de José Luis Rodríguez Zapatero y su Gobierno con las transgresiones que han cometido y cometen sus subordinados contra las reglas o las leyes bajo las cuales convivimos. Descarada connivencia le llaman a eso, amigo. Creo. Y cómo quiera que a Montesquieu lo enterró en el valle de los sin lagrimas, hace ya muchos años, “Alfonsodaslescaña”, subordinados… lo que se dice subordinados, somos todos. Del FAISAN al TC sólo media estatus académicos y jerarquías sociales. Curriculum y exhibicionismo por barrios. Más aún así, si quien manda y ordena aspirara a gozar de un algo de predicamento, si su conciencia ansiara un algo de dignidad humana, hace muchos años que nada del mundo de la parabellum y la bomba lapa, seria como es.

A la ETA, los políticos de la cuerda independentista con Arzallus a la cabeza, le denominaron el  “problema vasco”, puro eufemismo. Perverso intento de camuflar el drama de sangre y traición que vivimos en las vascongadas y en el resto de España desde hace cincuenta años. A la ETA, los políticos viejos y los  actuales,  la bautizaron como la izquierda abertzale, descarado fraude por darle una aparente ideología a un simple y mafioso sindicato del crimen. A la ETA, le han llamado de muchas formas, han intentado de González a Zapatero pasando por Arnaz, suavizar con palabras, una realidad violenta y vil. A la ETA, desde siempre, la nombran con hábiles juegos de palabras o la esconden entre intrincados juegos de tribunales y leyes.      

El caso es que todo sigue igual, año tras año. Y yo, ya,  no quiero ir al País Vasco para nada. Porque yo no quiero ser sospechoso de maqueto, no quiero sentirme vigilado en el bar, en el Super, en el taxi, paseando por sus calles. Yo no quiero ser investigado por mis vecinos, interrogado en el trabajo. Yo no quiero sentirme marginado, segregado, cuando no despreciado. Yo no quiero que me pongan dianas amenazantes en mi puerta y tener que mirar los bajos de mi coche todos los días. Yo no quiero recibir misivas intimidatorias, vivir con el ¡ay! en la boca y el susto en el alma. Yo no quiero soportar ninguna mirada cínica, ni ningún mohín displicente. Yo no quiero ser tributo de criminales encapuchados. Yo no quiero ser el miserable negro de un miserable apartheid de un miserable xenófobo.

Yo lo qué quiero es conservar siempre el recuerdo que tengo de esas tierras en mi niñez, de su historia, de la que me enseñaron mis profesores, mis experiencias. Yo lo qué quiero es atesorar la estima de los compañeros con los que conviví, y compartí trabajos y fatigas; mantener siempre, por encima de las inquinas de algunos, y la dejadez de ministros, el cariño de los muchos y buenos amigos vascos que tuve la suerte de encontrarme a lo largo de mi vida. Que son muchos y muy buenos. Y que ni BILDU, ni Zapatero, ni Rubalcaba conseguirán mermar. Y cómo quiera que de nada sirve pedírselo a España, os lo pido a vosotros hijos de la ETA.

Saludos y gracias a todos.