martes, 8 de abril de 2014

A MI AMIGO OSCAR


Un mes llevo sin escribir en este blog de apuntes y demás zarandajas. Desde el 11 de Marzo. Y cada día me pregunto para qué he de hacerlo. ¿Quizás por satisfacción de una afición personal? Puede ser, pero entonces convendría elegir, más asiduamente, otros argumentos, otros estilos, sin recurrir una y otra vez a la podrida política y a sus corruptos ejecutores.
¿Tal vez por un mero ejercicio mental en un intento de poner en orden mis pensamientos, y además hacerlo públicamente? Es probable, pero compromete exprimir mucho más el intelecto si es que existe y ampliar el conocimiento con más empeño que seguro sí es ausente. Hasta sudar razonamientos y encontrar verdades.
¿Es posible que en algún momento me haya creído, que aquello que diga puede servir a alguien por activa o a mí mismo por pasiva? Pues menudo iluso si no lo he rechazado de plano e ipso facto. No sé cuántos milenios llevamos entre filósofos, intelectuales y sabios, y ni ellos, elegidos de la humanidad, han tenido éxito; a lo sumo, lo más que han logrado es el enfrentamiento entre colectivos, la mayoría de las veces de forma cruenta, cruel, despiadada. Por otro lado único método, creo, que este género al que llamamos Homo Sapiens, corrige la sapiencia que cree poseer el homo y que, a priori, le impide una y otra vez escarmentar en cabeza ajena.  
Digo: ¿En algún momento me he persuadido que dejo testimonio de una lucha ciudadana en esta trinchera que me ha tocado vivir? ¡Vaya presunción! Cientos de miles, millones de granitos de arena se aportan diariamente a este desierto de incertidumbres. ¿Y qué? Se hace grande, inmenso, temible. Pero seguirá estéril, yermo, infecundo. Ofreciéndonos punzantes cactus y ocasionales oasis. Quizás, lo más cierto sean nuestros desesperantes espejismos.        
Más aun así, amigo Oscar, nadie nos va a quitar la ilusión, el afán, la lucha cotidiana. Seguiremos adentrándonos con valentía en la mar traicionera de la política y de cuantos embates nos arrecie; con coraje, con dignidad. No nos arredraremos ante la impotencia, no nos amilanaremos ante las amenazantes aspas de los gigantescos molinos.  Lucharemos con pundonor.
Aunque la única pieza que cobremos en la obstinación sea ese gran pez llamado honroso esfuerzo. Y cansados, ya de vuelta al embarcadero se lo coman los tiburones que merodean siempre, sanguinarios y asesinos. No importa. Tal vez como Santiago, ese infatigable pescador de Hemingway en su “El viejo y el mar” traeremos a puerto la raspa, la muestra tangible de una inquebrantable voluntad.
 
Saludos y gracias por su atención.