viernes, 29 de abril de 2011

NOS LO DIJO SU MAJESTAD.










Fue el verano pasado, (Junio de 2010) pero creo que su alteza, confundió el verbo y el tiempo, debió decir: “No deberíamos tolerar”…, porque poder, poder, podemos. Las bombas, los tiros, los entierros, los llantos, las penas, las maldiciones, la rabia contenida y la ira acumulada de los últimos cincuenta años son suficientemente elocuentes. A este medio siglo le sobran discursos, y frases manidas, y caras compungidas, y actos de desagravio que ni reparan, ni amparan. Lo que faltan en este presente son resultados, soluciones definitivas. Lo que necesitamos urgente es justicia y verdad, tangible, cierta, constatable. Real, incluso, diría yo.

Viejo trauma este del terrorismo con código de barras imperecedero.

Allá por los años treinta y mucho del pasado siglo, ganaron unos una guerra, que la perdieron, como es lógico, otros. Rémora y Cruz que padecemos los de siempre, sin beberlo ni comerlo. Pero me parece que un 23 de Febrero de no hace mucho, decidieron resarcirse todos. Abrieron el botín del absolutismo y se sentaron cómodamente, relajados, seguros ante un futuro inmejorable, y afianzaron posiciones; se repartieron amnistías y venganzas, poderes, leyes y viles metales.

Pero a pesar de tantos años cloroformizados por bombas, tiros en la nuca y sangre; a pesar de tantos años narcotizados por apologetas, no de falsas patrias, sino de seguros cortijos; a pesar de tantos años hipnotizado por políticos de larga mano y cortos escrúpulos, hubieron de corregir el rumbo de plebeyos que empezaron a pensar como ciudadanos. Eso sí, a nuevos tiempos, nuevos modos. Tal que así, que un 11M de infausto recuerdo vino a frustrar todo amago de libertad sin ira, de libertad sin miedo: de libertad.

Y volvió la pútrida realidad del aquí y ahora, que sigue bien aferrada a linajes y oligarquías, ocupando los pútridos puestos del firmo, sello y rubrico para sentenciar vidas y futuros. Para que se ejecuten decisiones tomadas subrepticiamente, con el riguroso cuidado que se debe guardar para que no te salpique la sangre; ni el dedo acusador; ni la vergüenza. A ninguno les facultan sus dotes para este o aquel puesto. No. Eso es viejo y sabido. Lo que les hace idóneo, para el encargo, que no para el cargo son sus datos, su DNI, sus apellidos, sus vínculos a la vieja casta dominante.

Pero, ay, seguiremos engordando a una piara de encorbatados, planchados, perfumados bichos, mientras esperamos el día de San Martín, o el de los Santos Inocentes. ¿Qué más da? Si da lo mismo.

Saludos y gracias a todos.