jueves, 26 de mayo de 2011

METÁFORAS

Antes de que me explicaran en naturales lo de la metamorfosis, antes de que leyera la muerte de Gregor Samsa aplastado como vil cucaracha por decisión de F. Kafka, mucho antes, ya tenía yo una caja de cartón de la que había sacado los zapatos y agujereado convenientemente la tapadera superior, para que mis gusanos de seda pudieran respirar. Pero esto, no tiene nada de particular, es algo que hemos hecho casi todos. Creo. El caso es que hace unos meses un amigo me dio una docena de gusanitos de seda y, yo gustoso, los traje a casa para que mi benjamín se hiciera cargo de ellos. Como hacía yo de chiquillo.

Y mira por donde, se me ocurrió que podía utilizar como metáfora, esta mutación, esta evolución, metempsicosis de la naturaleza, para asimilarla de alguna forma al nacimiento, vida y muerte de un político: cagarrutas que se transforman en gusanos, a los que alimentamos hasta que, ya hartos, tienen capacidad y poder para destilar suave y bella seda en la que envolverse para renacer como pulcras y lindas palomitas.



 

Aquí abajo, a unos pasos de mi casa, hay un hombre con un acordeón alegrándonos el rato; un poco más para allá, un mimo, uno de esos artitas que embadurnado de algún personaje del Mägo de OZ, adopta una postura que mantiene imperturbable, sin pestañear, sin mover un músculo, como los Huscarles de la guardia real inglesa. Gente honrada. Cuando les doy una moneda, no lo hago por caridad, no señor, lo hago porque de alguna manera contribuyo a compensar su trabajo, su arte. Nada me piden; voluntario es su esfuerzo, y voluntaria mi pequeña aportación. Parte de la vida.



 
Si hay escarcha, te empapas hasta las rodillas y te dura el agua y la humedad hasta que el amarillo se te coloca encima y las ropas se ponen calentitas, como recién planchá. Si buscas una sombra, ojo, que posiblemente, las vacas restregaron el lomo contra el tronco y repartieron una población de hermosas garrapatas. Si estás obligado a estar en un lugar determinado y te llega la visita de un abejorro, no le huyas, no le avientes a manotazos, no le amenaces. Conversa con él, normalmente es más inteligente que tú. Si los mosquitos te zumban alegres en los oídos y el Aután no sirve de nada, no te preocupes haz rogativas, igual llueve, los mosquitos se van y tú te calas hasta los huesos. Si no hay nada de lo dicho, es que el frío te tiene tan aterido, tan entumecido, gélido y tieso, que no te enteras de nada. El campo, las flores, los pajaritos… ¡que bella estampa!, ¡que idílico paisaje! Para pasear, pero a caballo, con botas y sombrero de “alancha”. Como casi todo en la vida.

Saludos y gracias a todos.