
Tenía faena por delante: transformar
un sistema totalitario en un reino de taifas; una guerra civil que ganar y un botín
que repartir entre los de siempre y los nuevos y altos padres de la patria.
Puso mano a la obra: al socialismo,
le extirpó la denominación de origen. Borró lo de marxista leninista y
consiguió que se le llamara: “felipismo”. Social Democracia (made in Carlos
Solchaga) A la separación de poderes: “el difunto Montesquieu”
(Alfonsodalescaña). Y sin acritud, el famoso espíritu de reconciliación, lo
inmortalizó en una eterna película, como: “el criminal espíritu Franquista”, que
dura ya cuarenta años y, de cuyo cansino guion y reiterativas escenas vienen
viviendo los funcionarios del celuloide, entre escandalosas y sonrojantes
subvenciones. Tanto es así que nuestros cotizados actores llegaron a fuer de
repetir el mismo argumento, a hacerse todos republicanos y de furibunda
izquierda. El personaje engulló a su intérprete.
Ea, partido con apellidos
izquierdosos, poder hegemónico y Majestad republicano y liberador, tras la
aparición uniformada en televisión. Todo listo.
Ahora una gran pasada por la izquierda y a vegetar. No había llegado
1984 (G. Orwell), pero sí 1982 (PSOE).
Y también llegó la corrupción
institucionalizada, el paro galopante, el paro y sus edades, la subida
meteórica de los impuestos, la confiscación de los sueldos, la subida
disparatada de los precios, la hambruna, el hachazo a las pensiones, la
delincuencia callejera, y en los despachos, y en el 3%; amén, del reparto
progresivo de esta finca parcelada llamada España; el deterioro continuo de su
historia, su cultura, su lengua, su dignidad y su orgullo de ser. ¿Y qué?

Esperemos que la experiencia,
sea de verdad maestra.
Saludos y gracias por su atención.