miércoles, 4 de mayo de 2011

CUANDO LA ROJA FUE VERDE ESPERANZA














29 de JUNIO DE 2010


Decía servidor algo tal que así:


Hoy he leído esta frase en el Mensajero del Sagrado Corazón:

El patriotismo no es un breve y frenético estallido de emoción, sino la imperturbable y constante dedicación de toda una vida” ADLAI STEVENSON.

Me gusta la proposición del americano. Y además viene que ni pintiparada para la eclosión de la fervorosa españolidad que estamos viviendo. Hemos ganado un campeonato mundial de fútbol y, ya ves, unos momentos vibrantes, bellos, espectaculares, emocionantes, unos lances de un deporte, han exaltado el carácter genuinamente español, latente, vivo aún, a pesar de tantos años soportando fechorías, sufriendo un vil coqueteo con terroristas, aguantando como se alienta y estimula todo lo que por patria hay discutible y por discutir, disimulando cómo se enfrenta a los españoles y cómo se les afrenta ante el mundo, resistiendo entre corrupciones y bandolerismo institucional.

Ya ves, trompetas y tambores, pueden más que mil sermones –diría el señor cura—Un juego, es un juego, es el fútbol y sobre él se pueden descargar demonios, rencores, complejos, odios y viejos traumas. Está permitido. ¡Cuanto más, cuanto más grande es el evento!. Cuanto más si se trata de España. Se pueden enarbolar banderas y defender colores. No compromete. Sin embargo identifica de forma gratuita y se puede salir del armario sin mucho peligro (a priori). De ese armario que guarda entre bolitas de alcanfor el amor a la Patria, a la Libertad… a Espeña.

Puede que su olor sea rancio, pero puede que las polillas que todo lo roen, que todo se lo comen, que todo lo destrozan, tengan que salir despavoridas. Puede que no se trate de unos fuegos de artificio, vibrantes, bellos, espectaculares, emocionantes, pero efímeros. Puede, que cuando los medios de comunicación digan: ya, hasta aquí, puede que duren algunos años más estos aspavientos que se pueden convertir en demostraciones de lo que llevamos dentro.

Porque dentro de cuatro años, posiblemente ya nada será igual. Aún conservando la denominación de origen.

No han sido necesarios cuatro años. Un España-Cataluña, versión Madrid-Barça nos ha devuelto a la realidad: a un exuberante baño patriotero de nacionalismo dominguero. Como siempre. Unos meses han bastado para romper la magia.

Saludos y gracias a todos.