domingo, 6 de marzo de 2011

DÓCIL SUMISIÓN

Abdico, desde este momento y hora ya no me considero ciudadano español. Ni humano. Ni animal. Ni palmera. Nada. Me niego a pensar, a razonar, a sentir, a ver, a sufrir, a llorar. Me limitaré a vivir sin ser y a ser sin estar.

Lameré las migajas de pan que caiga de la mesa de los políticos. Negaré el pasado, amaré el presente y no pensaré en el futuro. Hablaré la lengua que… Mejor aún: permaneceré callado, siempre. Elogiaré la guerra abnegada y valiente de los terroristas de las tierras vascongadas. Y facilitaré el secesionismo de quien se lo proponga. Admitiré y comprenderé que mis hijos se eduquen en el relativismo, en el sexo sin seso, en los talleres de culo, coño y coca y en cuantas cuestiones considere el partido. Moriré sin rechistar en cualquier guerra que interese a mis amos. Aplaudiré la alianza de civilizaciones. Entenderé que se convierta en ley el aborto libre, ya que ni Franco, ni la Iglesia Católica supieron educar a sus adolescentes, avocados hoy a tener que malparir para poder follar con libertad y sin falsos prejuicios de fachas trasnochados. Y cantaré jubiloso, aquello de… “que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del señor”… porque allí encontraré clérigos que me hablarán del reino de aquí y ahora, y no del Reinos de Dios, de aquel que nos hablara un tal Jesús de Nazaret. 

Por lo menos como cosa amorfa, fluctuante y flotante, no me sentiré cómplice de esta España hedionda y miserable a la que nos han llevado. EL nivel de infamia mental, real y física, es tal… tal es la cota de maldad en cualquier terreno que pises, a tal sucesión de vilezas y despropositos hemos llegado, que lo inaudito de ayer, hoy parece cosa baladí. La progresión no es proporcional, como en el principio de Arquímedes, no. El desplome moral, ético y de valores, es de atracción gravitatoria e irremediable hacia el centro de un putrefacto estercolero, como la manzana de Newton. Pero podrida en su caida.

Saludos y gracias a todos.