miércoles, 24 de septiembre de 2014

Rajoy aborta el proyecto de ley Gallardón







No sirven referentes históricos ni citas bíblicas ni razonamientos humanísticos ni tratados filosóficos ni milenios de guerras ni pensamientos de atávicos místicos ni heredados principios morales ni la moral de los principios adquiridos… Nada vale, a esta generación de gentuza parasitaria incustrada en el poder político. Para ellos no existe patria ni pueblo; no hay justicia y libertad; no palpita más vida que la suya y los suyos. Carecen de nobleza de espíritu, don de grandeza, de dignidad. Sólo les mueve la avaricia materialista, el poder personal y absoluto, el disoluto deseo de su putrefacto corazón.
En sus luchas palaciegas, de puñaladas triperas, traiciones y rencores, ha tiempo, vino el divo ególatra a cantar una vieja opereta, esa que clama y reclama el pueblo que no ha olvidado su condición de humano: el derecho a la vida y la abolición de toda ley, que con manipulados silogismos y sofismas al uso, ampare el asesinato alevoso bajo el epígrafe de Aborto. No se lo ha permitido el gran impostor, que con su acostumbrada impostura le ha dicho que el libreto lo escribieron otros y la música la pone él. No hay más cera que la que arde. Aquel se baja del escenario con un aura demagoga que jamás más conseguirá y éste por enésima vez, vuelve a mear al público. Como hiciera en sus buenos tiempos “el rey del pollo frito”     
Esta es la nauseabunda realidad del aquí y ahora que sigue bien aferrada a linajes que disponen y deponen. A un infecto poder que a todos desprecia, a nadie oye y a la voz que refuta, amputa. A corrompidos puestos para el firmo, sello y rubrico que sentencia vidas y futuros, con un sólo fin, con un único criterio: salvaguardar el enorme bolo de su dolo. A un garabato para que se ejecuten decisiones tomadas por mentes hediondas, nihilistas y calenturientas al amparo de tribunales con arreglados sillones, leyes mutables y togas manchadas de mierda; convencidos, él y todos, que el riguroso cuidado que guardan, logrará que no les salpique la sangre; ni el dedo acusador; ni la vergüenza.
 

Saludos y gracias por su atención.