No sirven referentes históricos
ni citas bíblicas ni razonamientos humanísticos ni tratados filosóficos ni milenios
de guerras ni pensamientos de atávicos místicos ni heredados principios morales
ni la moral de los principios adquiridos… Nada vale, a esta generación de
gentuza parasitaria incustrada en el poder político. Para ellos no existe
patria ni pueblo; no hay justicia y libertad; no palpita más vida que la suya y
los suyos. Carecen de nobleza de espíritu, don de grandeza, de dignidad. Sólo
les mueve la avaricia materialista, el poder personal y absoluto, el disoluto
deseo de su putrefacto corazón.
En sus luchas palaciegas, de
puñaladas triperas, traiciones y rencores, ha tiempo, vino el divo ególatra a cantar
una vieja opereta, esa que clama y reclama el pueblo que no ha olvidado su
condición de humano: el derecho a la vida y la abolición de toda ley, que con
manipulados silogismos y sofismas al uso, ampare el asesinato alevoso bajo el
epígrafe de Aborto. No se lo ha permitido el gran impostor, que con su
acostumbrada impostura le ha dicho que el libreto lo escribieron otros y la música
la pone él. No hay más cera que la que arde. Aquel se baja del escenario con un
aura demagoga que jamás más conseguirá y éste por enésima vez, vuelve a mear al
público. Como hiciera en sus buenos tiempos “el rey del pollo frito”

Saludos y gracias por su atención.