Nada de eso es necesario. No hay
histerismo, ni colectivo ni individual. Nadie se ha encendido jamás en un
ataque de colérica impotencia, de despecho, de desagravio al amor propio, a la
honra, a lo justo. Parece prácticamente imposible; tal es el estado de ñoñería,
de insustancial coraje, de sinsentido del sentido; de apoplejía en el que
andamos sumergidos.
Nada… no hay forma ni formula, desde
el 82 a la fecha así lo hemos hecho. Nos hemos tragado el “soma” del Partido,
de las siglas y su salvífica redención. Año tras año, a palo seco y sin
atragantarnos. Sólo, un flagelo masoquista ha sido y es nuestro consuelo en
aras de una libertad condicional y un juego de urnas llenas con el último
slogan que la televisión ha vendido. Basta hacer un somero repaso a la
historia, sin meterse en profundidades, y comprobaremos que cualquier latrocinio
a mano de los distintos Gobiernos de cualquier signo y sus aledaños siempre han
quedado en aguas de borrajas. Algún cabeza de turco habrá pasado por el estigma
de la cárcel. Sí. Pero para reponerse en la enfermería o flirtear en la de
mujeres.
Ya hace mucho tiempo que hemos
asumido como inevitable, como parte del sistema, como peaje de la democracia,
de los distintos Gobiernos socialistas, nacionalistas o peperos, y sus
adláteres, todos sus desmanes y sus malditos asaltos al Erario. Sin trabuco ni
faca, con carnet del partido y privilegio de aforado.
Así desde, lo que hoy se nos
antoja un inocente tráfico de influencias de los hermanos Guerra al “míreme a
los ojos señor Mariano Rubio” pasando por Filesa, Malesa, Time Export, Roldan,
los Fondos Reservados, Comisiones del AVE, los Pellones de la Expo`92… Los EREs,
etecé, etecé, hasta las desvergonzadas y multimillonarias dinastía de los
Pujol, son un largo e indignante muestrario de la impune ignominia que la clase
política en general y nacionalistas y socialistas en particular nos ha regalado
al cabo de estas casi cuatro décadas.

Saludos y gracias por su atención.