viernes, 1 de mayo de 2015

1º de Mayo Fiesta Nacional. 5 Millones de parados, drama nacional.


Hace años, escribí estas líneas intentando hacer una escenificación real de la dramática situación de paro que vivimos en España desde hace ya casi veinte años, y que lejos de tener visos de una paulatina solución, se agrava dramáticamente en el tiempo de los distintos Gobiernos y el espacio de todo el territorio nacional.
Decía así, más o menos:
 
Yo creo que PP, PSOE, Sindicatos, y demás camarilla de la cosa Pública, no quieren enterarse de la bomba que tienen en el asiento de sus poltronas. Ni unos ni otros son conscientes del drama que cinco millones de españoles están viviendo. Padecen, estos del  ordeno y mando, tal autismo, tal engreimiento, tal repliegue sobre sí mismos, son tan ajenos a la necesidad, la penuria, la indigencia, las “trampas”, la impotencia, el hambre, que cuando el poderoso detonante de la desesperación haga estallar todo en mil pedazos, aún no sabrán el porqué.   Es más, aquel que afortunadamente tiene un medio de subsistencia, no se percata en plenitud, que la metralla nos alcanzará a todos.
Dense una vuelta por los centros de trabajo que todavía funcionan. A las seis, a las siete o la ocho de la mañana, según hora de picar en el reloj o en el torno de entrada, y verán. La puerta y aledaños, parece las colas en una taquilla de la plaza de toros de mi pueblo, para ver a José Tomás. Con un cigarrillo entre los dedos de una mano y el papelito del currículo enrollado en la otra, esperan angustiosos, que algún capataz, algún jefe les llame para el “currelo”. Y los que están dentro, viven en su mayoría con el, ay, en la boca, porque su puesto de trabajo es tan provisional, tan precario, está tan en el aire, como su hipoteca. La papela del preaviso les puede llegar a la hora del bocadillo.
Me ha venido a la memoria una escena, ya olvidada en el tiempo.
Tendría yo unos siete u ocho años y acompañé a mi madre al mercado. Era temprano y para mí una novedad, sin colegio aquel día y de paseo. Al llegar a los alrededores de la plaza de abastos, en la acera de “Juanito Custodio”,  desaparecido almacén de ultramarinos, sobre la que el sol empezaba a calentar, un puñado de hombres de gorra, pelliza y cigarro, se apiñaban en un murmullo, entre el humo y el vaho de sus voces. Me impresionó y me dio miedo.
¿Qué hacen éstos hombres mamá?—pregunté.
Esperan trabajo—me contestó lacónica mi madre.
Exacto, esperaban al “aperaó” para que algunos, solo algunos, se los llevaran al campo a echar “la peoná”. Como en las parábolas de los Santos Evangelios. Como ahora mismito.
 
 
 
Saludos y gracias a todos por su atención.

2 comentarios:

Marcos dijo...

Recuerdo haberlo visto en la plaza del pueblo donde íbamos a veranear. Los hombres en la plaza esperando los contraten para el dia. Como dices, dos mil años despues ....

TOPOSTEO dijo...

Ahora, no hay "aperaor" para dar jornales. Existen políticos que reparten PER. Viejos terratenientes, nuevos mayorales.