No importa el partido, da igual donde militen, son gente arribistas. Ejercen en un bando u otro (banda más bien), por herencia, por razón de apellidos, por sexo, por nepotismo, por cama baja, por el abuelo fusilado o por la cárcel que padeció algún progenitor. Nunca por entrega, por vocación. Ya no existe eso de las Derechas e Izquierdas. Toda la casta política se mueve al mismo son, al mismo repiqueteo metálico de los euros, sin más aspiraciones, sin más valores, sin ningún sentido del servicio público que se le supone.
Los que llegaron por la Derecha , parece que siempre estuvieron ahí, --como el escudo del Madrid o los Toros de Guisando-- pisando moqueta de diez centímetros y en el coche oficial, mandando y mangoneando. Y los que han asaltado la “polítocomia” desde la Izquierda y el secesionismo, los buscavidas de oficio, desertores del arado y seguros socios permanentes del INEM, han aprendido rápidamente a formar una piña con los otros, con los de siempre. El caso es que, treinta y pico de años llevan cachondeándose del “jodido pueblo soberano”. No voy a señalar una vez más, ninguno de los descarados abusos, desafueros, atropellos y escarnios que en este guirigay están cometiendo toda esta casta de parásitos. Es de todos, bien conocido.
Esta élite se siente distinta, superior, semidioses de un Olimpo protegido e intocable; todos los demás somos agentes sociales, es decir algo así como gérmenes patológicos que hay que combatir y mantener a raya; miasmas a fumigar. Y entre ellos, joé entre ellos, no tienen luchas de ideas. No. Tienen enemigos por el poder, y se apuñalan entre sonrisas hipócritas por mantenerlo unos y por alcanzarlo otros. No les importa dar saltos mortales en el trapecio de la ambición y la corrupción porque saben que una red segura amortiguará su caída: la demagoga convicción de que están ahí por y para nosotros.
Dicha esta parrafada, cada uno a lo que tiene que hacer. Ellos a sentarse a la mesa de restaurantes de mil tenedores, invitados por unos o pagado por nosotros, da igual, se lo merecen, son sacrificados hombres entregados en cuerpo y alma a la política. Por nuestro bien, ¿Qué haríamos sin ellos? Y nosotros, bueno servidor irá a ver si encuentra algo de carne de toro bravo que es más sabrosa y mucho más barata.
Saludos y gracias a todos.
1 comentario:
Si la voz del pueblo es el político, el pueblo dejó de existir hace ya lustros, ah! me dicen que puede ser el voto que depósita en la urna "la voz del pueblo" ilusos!! cuando no hay opción política seguimos con la boca tapada.
El modelo de vida política no puede ser auspiciado por ellos, el pueblo debería tener esa llave. ¿A quién podemos darle la tabarra? ¿Cómo podemos quejarnos o que hacer para cambiar esta situación?
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