LA GACETA (19-3-2011)
Artistas, sindicatos y políticos piden el fin de la "persecución" a Garzón
Y ¡qué suerte han tenido, Señor! para perpetrar sus perversos retruécanos. Han contado con un mundo de armas letales, inimaginables en los anales de la historia, ¡Qué mal hadada coincidencia!; han dispuesto a su antojo de la proliferación de las televisiones a todo color y las radios de bolsillo; el cine subvencionado, la pleystation, todo un mundo virtual, los dibujitos animados y, ¿y?... y una guerra civil útil y dúctil. No hay serial, película, novela, concurso, tertulia radiofónica o televisada, libro, TBO o periódico que no se utilice para fomentar de forma descarada o subliminal el victimismo de unos y la criminalización de otros. ¡Madre mía, qué suerte y qué fácil se lo han puesto! ¿Cuándo decidirán olvidar, aunque no perdonen? (Núnca mientras haya reparación, es decir tajada)
<<Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos>> (Mateo, 8:22).
Pues eso he decidido yo, seguir a Cristo, al amor, al perdón, al olvido, a la concordia. Porque, estoy convencido, que ha de poder más en mí, el sentido común, la asimilación de la historia, la superación de los agravios comparativos..., que el pus de las heridas. No me lo repitáis, lo sé. Soy consciente que la casta política, sobre todo la otrora defenestrada, y ahora emergente y poderosa, sigue muerta. Muerta en valores, en moral, en humanidad, en generosidad, en cariño, en amistad. Sigue muerta y podrida, inoculando en el personal odio, rencor y venganza; pasiones que históricamente han utilizado magistralmente en beneficio propio y ahora, como siempre, escupen para contagiar a todo el que este bajo en defensas anti-goebbelianas. Esto es así, porque así nos lo demuestran a diario sus actos, sus leyes y sus discursos. Pero sabed una cosa: aunque creáis que me tenéis pisado con vuestra podrida bota, todavía hay aquí un hombre libre, español y cristiano, capaz de abrazar a mi patria, por encima de tanto veneno.
Porque... ¿sabéis?, mis padres eran humildes trabajadores que sufrieron en los prolegómenos de la maldita guerra, hambre, abusos, cacicadas, y asesinatos de unos y de otros; con la monarquía, con la dictadura, con la república y con cualquier política de aquellos sanguinarios años. Y los fusiles y las bombas les trajeron más dolor, más sufrimiento, más hambre, más abusos, más cacicadas... y más fe en Dios. Así, cuando se hizo el silencio, y los tiros dejaron de silbar por las calles y miraron a su alrededor y, vieron las ruinas y el escombro y el hambre y la desolación que les rodeaba, tres puñetas les importó quién pegó el primer tiro, quién mato primero a quién y tan siquiera, ¿por qué?. Sólo fuerza y entereza para conservar y levantar a sus hijos podían pedir, a su Dios, a nadie más. Y por eso, por respeto a ellos y a tantos como ellos, a tanto sacrificio y mal vivir, tengo que cerrar los ojos y taparme los oídos para de alguna forma, protegerme de tanta vileza, de tanta manipulación, uso y abuso del dolor y el sufrimiento que padecieron nuestros mayores en una clara, repugnante y calculada maniobra política. Yo, que hice la primera comunión, poco más o menos, en los famosos tiempos de los “veinticinco años de paz” y viví mi juventud, dicen que en una horrorosa dictadura, ni por educación ni por creencia religiosa, me puedo permitir entrar en esta cobarde provocación, porque España es un inmenso osario que merece honor, respeto y perdón por igual.
Los españoles, no hemos tenido tregua. Nunca. Nos hemos tenido que acostumbrar a convivir y padecer con el insidioso recuerdo de la guerra civil española año tras años. Hemos tenido que asimilar y dosificar los temores del terrorífico fantasma del 18 de Julio de 1936. Inculcados cruel y tercamente, desde que Felipe González se sentó en los bancos azules. Bajo la apariencia de inofensivas reparaciones de afrentas caducadas, se han despertado odios de un pasado que duerme en los archivos de la historia hace ya setenta y dos (72) años.
Saludos y gracias a todos.
Saludos y gracias a todos.
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